La expresión crea resonancia
En una conversación se trata, superficialmente visto, del intercambio de información. Utilidad y resonancia, sin embargo, pueden crecer solamente si se crea una conexión, una base común entre los participantes.
El secreto de las palabras está en conmover a las personas. Es algo así como bailar. Solo cuando ambos armonizan juntos, se crea algo especial. Por eso el beneficio del intercambio depende de la medida en la que los participantes puedan ajustarse el uno al otro.
En el dialogo se trata menos de estar pegados a las palabra. Sentimientos y necesidades nos impulsan a poner algo en marcha. En una conversación se trata exactamente de descubrir esto. Si consigo de reconocer a la persona detrás de las definiciones, puedo sentir lo que la conmueve. Cuanto mejor consiga expresar mis necesidades, más claro puede reconocer mi interlocutor lo que trata de expresar mi corazón.
Puedo enfadarme, cuando la conversación no fluye como lo deseo. Puedo criticar al otro, cuando se expresa poco claro. Puedo culpar, cuando me siento herido. Todo esto es comprensible… ¿pero me sirve de algo…?
Debemos aprender a escuchar a la persona que sentimos detrás de las definiciones. Las personas raramente actúan con malas intenciones. Así como nadie baila intencionadamente mal, apenas alguien sabotea una conversación. Confianza y atención son mi contribución a la cuenta común de la comprensión. Esta dedicación puede que no traiga fruto inmediato, pero mi interlocutor sentirá, que lo tomo en serio.
Con mis expresiones configuro el espectáculo de mi vida. Yo mismo decido si es un drama o una comedia. Así la comunicación al fin y al cabo es una cuestión de práctica. Con un poco de rutina consigo expresar mejor tanto mis palabras como mis necesidades.
Los cambios no tienen “tarifa plana”. Si quiero enriquecer mi intercambio, necesito atención y presencia para reconocer a la persona detrás de las palabras. Y además necesito coraje para acceder al espacio interior – al mismo corazón.
Puedo llegar al corazón del prójimo con compasión y comprensión. De esta forma preparo el camino para que también mis palabras sean comprendidas.
Yoga es… la unión, el intercambio mutuo de corazón a corazón. Ambos interlocutores procuran encontrar la unión en una nueva dimensión que incluye ambos puntos de vista, todos los puntos de vista.
José A. Díaz
En una conversación se trata, superficialmente visto, del intercambio de información. Utilidad y resonancia, sin embargo, pueden crecer solamente si se crea una conexión, una base común entre los participantes.
El secreto de las palabras está en conmover a las personas. Es algo así como bailar. Solo cuando ambos armonizan juntos, se crea algo especial. Por eso el beneficio del intercambio depende de la medida en la que los participantes puedan ajustarse el uno al otro.
En el dialogo se trata menos de estar pegados a las palabra. Sentimientos y necesidades nos impulsan a poner algo en marcha. En una conversación se trata exactamente de descubrir esto. Si consigo de reconocer a la persona detrás de las definiciones, puedo sentir lo que la conmueve. Cuanto mejor consiga expresar mis necesidades, más claro puede reconocer mi interlocutor lo que trata de expresar mi corazón.
Puedo enfadarme, cuando la conversación no fluye como lo deseo. Puedo criticar al otro, cuando se expresa poco claro. Puedo culpar, cuando me siento herido. Todo esto es comprensible… ¿pero me sirve de algo…?
Debemos aprender a escuchar a la persona que sentimos detrás de las definiciones. Las personas raramente actúan con malas intenciones. Así como nadie baila intencionadamente mal, apenas alguien sabotea una conversación. Confianza y atención son mi contribución a la cuenta común de la comprensión. Esta dedicación puede que no traiga fruto inmediato, pero mi interlocutor sentirá, que lo tomo en serio.
Con mis expresiones configuro el espectáculo de mi vida. Yo mismo decido si es un drama o una comedia. Así la comunicación al fin y al cabo es una cuestión de práctica. Con un poco de rutina consigo expresar mejor tanto mis palabras como mis necesidades.
Los cambios no tienen “tarifa plana”. Si quiero enriquecer mi intercambio, necesito atención y presencia para reconocer a la persona detrás de las palabras. Y además necesito coraje para acceder al espacio interior – al mismo corazón.
Puedo llegar al corazón del prójimo con compasión y comprensión. De esta forma preparo el camino para que también mis palabras sean comprendidas.
Yoga es… la unión, el intercambio mutuo de corazón a corazón. Ambos interlocutores procuran encontrar la unión en una nueva dimensión que incluye ambos puntos de vista, todos los puntos de vista.
José A. Díaz