La religión en nuestras acciones
¿Por qué tantos actos de mi vida tienen que ser molestos y desagradables?
¿Por qué el vestirse por las mañanas significa un esfuerzo precipitado poco edificante?
Las pequeñeces diarias (representan el 95% de nuestra existencia) nos tortura tanto, porque las tratamos mal – se tornan insoportables como rocines perturbados.
¿No existe una manera “iluminada” de atarse los zapatos, de lavarse las manos o de beber agua? Verdadera religiosidad permite las “chapuzas?” No debería la Religión – es decir – la Luz, la templanza, la reflexión y la introspección - trascender cada acción de la vida?
Mucha gente piensa que actuando deprisa y entregándose a la distorsión mental consiguen hacer todo como Dios manda. Se lo cree por la trivialidad con la que aplica su técnica. Es otra forma de la pereza, no estar atentos en los detalles de nuestras acciones. La pereza es la fuente de todos los esfuerzos. Más fastidioso todavía. Esta forma de actuar ha penetrado en nuestro alma, se ha convertido en nuestra segunda naturaleza. Se filtra cuando friego los platos o cuando vierto agua en la jarra, sin atención, considerando esta acción como esfuerzo molesto, queriendo liberarme de el lo antes posible. La molestia ya en su aparición crea el castigo. El castigo es una sensación de sufrimiento a causa de la impaciencia. Pero es un castigo con intereses acumulados, pues tengo que hacer “horas extras”, limpiar el agua derramado, más esfuerzo, más fuerza inútil y más derroche de mal humor.
¿Qué pretendo en esta vida? ¡Felicidad! Podemos servirnos de la felicidad o de la desgracia cuando fregamos los platos. Si soy perezoso e indeciso incremento la infelicidad y me muevo en un círculo vicioso de preocupaciones innecesarias, cuando la prisa y la impaciencia me poseen.
¿Qué opinas? Gracias por tu atención
José A. Díaz
¿Por qué tantos actos de mi vida tienen que ser molestos y desagradables?
¿Por qué el vestirse por las mañanas significa un esfuerzo precipitado poco edificante?
Las pequeñeces diarias (representan el 95% de nuestra existencia) nos tortura tanto, porque las tratamos mal – se tornan insoportables como rocines perturbados.
¿No existe una manera “iluminada” de atarse los zapatos, de lavarse las manos o de beber agua? Verdadera religiosidad permite las “chapuzas?” No debería la Religión – es decir – la Luz, la templanza, la reflexión y la introspección - trascender cada acción de la vida?
Mucha gente piensa que actuando deprisa y entregándose a la distorsión mental consiguen hacer todo como Dios manda. Se lo cree por la trivialidad con la que aplica su técnica. Es otra forma de la pereza, no estar atentos en los detalles de nuestras acciones. La pereza es la fuente de todos los esfuerzos. Más fastidioso todavía. Esta forma de actuar ha penetrado en nuestro alma, se ha convertido en nuestra segunda naturaleza. Se filtra cuando friego los platos o cuando vierto agua en la jarra, sin atención, considerando esta acción como esfuerzo molesto, queriendo liberarme de el lo antes posible. La molestia ya en su aparición crea el castigo. El castigo es una sensación de sufrimiento a causa de la impaciencia. Pero es un castigo con intereses acumulados, pues tengo que hacer “horas extras”, limpiar el agua derramado, más esfuerzo, más fuerza inútil y más derroche de mal humor.
¿Qué pretendo en esta vida? ¡Felicidad! Podemos servirnos de la felicidad o de la desgracia cuando fregamos los platos. Si soy perezoso e indeciso incremento la infelicidad y me muevo en un círculo vicioso de preocupaciones innecesarias, cuando la prisa y la impaciencia me poseen.
¿Qué opinas? Gracias por tu atención
José A. Díaz